CATALUÑA L´ALT. MARESME

El Maresme ha sido tierra de paso para muchos y residencia estable de otros muchos. Por su óptimo climático y su inmejorable situación geoestratégica, la costa entre Barcelona y Girona ha sido desde siempre una zona bastante poblada y que ha tenido un peso notable al convertirse en el levante catalán.

A menudo la conformación de esta comarca ha sido discutida porque históricamente su uniformidad geográfica nunca se ha correspondido con ninguna unidad geopolítica hasta que la II República definió los límites que, poco o mucho, actualmente tiene. Sin embargo, los del Maresme han mantenido hasta hoy una identidad propia fruto de su histórica relación con el medio. Esta relación ha dado incontables historias, leyendas, dichos y hechos genuinamente del Maresme y que aglutinan a los pobladores de la comarca y los dotan de una idiosincrasia propia a pesar de que su forma alargada y sobre todo por la distancia que hay de cabo a rabo (de Montgat a Tordera) parezca que lo puedan poner en cuestión.

El Maresme es un rincón de mundo dual, medio terrestre, medio marítimo. Es una estrecha faja de tierra con suaves montañas de granito que, al descomponerse formando el sablón, crea la tierra arenosa que desde siglos trabajan y disfrutan sus habitantes. La historia del Maresme viene de lejos y es por eso que cada roc, cada pino, cada encina, cada rial, cada colina…con la cadencia del ir y venir de las ondas hacen eco de historias, leyendas, fábulas y canciones de estas tierras compulsadas en el mar y doradas del astro rey.

Los primeros pobladores humanos del Paleolítico y del Neolítico han dejado numerosos testigos de su ocupación en la comarca. Son bastante evidentes en muchos lugares las construcciones megalíticas como los menhires de la Piedra Larga de Dosrius o los dólmenes como el de Castellruf de Tiana o el de la Roca de Toni de Vilassar de Dalt o la enigmática Mesa de las brujas de Horsavinyà.

De la edad de los metales más concretamente del horizonte del bronce final y de la época del Hierro en nuestro país lució con especial fuerza la cultura ibérica. Los layetanos que eran el pueblo ibérico que ocupó el actual Maresme y que organizó el territorio desde la seca capital al oppidum de Ilturo en Burriac (Cabrera de Mar).

La llegada de los romanos a la península ibérica en 218 antes de Cristo, en plena guerra con los cartagineses, llevó al establecimiento de algunos destacamentos militares para ocupar un territorio que tradicionalmente había estado muy vinculado al comercio fenopúnico. Y poco más tarde la Layetania se convirtió en lugar de establecimiento fijo de los romanos para establecer puntos comerciales o para destinar a las tierras conquistadas a los viejos legionarios ya jubilados. Así se fundó la ciudad de Iluro (Mataró) que junto con las vecinas Baetulo (Badalona) Blandae (Blanes) organizaron todo el territorio por medio de la centuriación en torno a la Vía Augusta que unía Roma con Gades (Cádiz). La traza romana es muy patente en la comarca sobre todo en establecimientos industriales como la Celda vinaria de Teià, o el horno de material cerámico de la Fornaca en Vilassar de Dalt o bien en forma de complejos residenciales como la Villa Romana de Torre Llauder de Mataró, la Villa de l´Horta Farrerons de Premià de Mar, en cono Can Cola de Pineda de Mar, necrópolis como la de Vilassar de Mar o de núcleos urbanos como la propia ciudad de Iluro.

La Edad Media causó un retroceso demográfico y un movimiento de la población a nuevos núcleos menos costeros y más resguardados de los peligros del mar y supuso el nacimiento de las villas que hoy conocemos como de Munt o de Dalt. Del paso de los musulmanes entre 711 y 801 en la comarca hay pocos testigos de hecho sólo algunos topónimos son fruto de la herencia islámica. La conquista de la comarca por parte de los francos marcó para siempre el futuro del territorio estableciendo en la riera de Caldes d'Estrac el límite de los condados y obispados de Barcelona al sur y Girona al norte. Desde entonces el territorio permaneció separado administrativamente vinculando a los pueblos y personas del alto Maresme en Girona y los del Baix Maresme en Barcelona.

La Riera de Caldes es desde la conquista Carolingia de alrededor del año 800, el punto de separación de la comarca. Lo que nació con una voluntad administrativa política y eclesial en tiempos de la conquista franca, durante la Edad Media fosilizó separando los territorios del vizcondado de Cabrera en la zona del Alt Maresme de las zonas de titularidad real del casal de Barcelona en el Baix Maresme. El Papa Alejandro III, en 1169 sigiló esta separación que se convertiría en histórica confirmando que los territorios al norte de dicho arroyo eran de la tutela del obispo de Girona y, los situados al sur, estaban bajo la observancia pastoral del prelado barcelonés.

En el bajo Maresme pequeños señores feudales se repartían el territorio que poco a poco fueron pasados ​​bajo el control de grandes familias burguesas barcelonesas. En el alto Maresme los territorios pasaron a formar parte del Vizcondado de los Cabrera que promovieron la población de la costa en torno a Blanes y Calella.

En el siglo XV, con la abolición de la servidumbre de la gleba la zona costera se empezó a repoblar y las torres de defensa empezaremos a proliferar como respuesta las agresiones marítimas ya la futilidad de la defensa de los intereses campesinos de los señores feudales militares. También a finales de esta centuria muchas localidades se franquearon del poder feudal y se incorporaron al callejeo de Barcelona como es el caso de la villa de Mataró y el de las parroquias de Argentona Cabrera, Vilassar y Premià poniendo fin a lo que durante aquellos últimos compases del de la quincena centuria había sido la Baronia y de Vilassar-Burriac.

Entre los siglos XVI y XVIII la economía del Maresme prosperó notablemente dado que los del Maresme se convirtieron en los proveedores de vino de los ejércitos imperiales españoles entonces empeñados en la defensa de sus intereses en los países bajos y ocupados en tanto largas o estériles guerras con las franceses y los ingleses.

En el siglo XVII y XVIII el Maresme exportaba por vía terrestre y marítima vino y aguardiente, así como puntas y encajes, producciones de vidrio e incluso relojes. Con el Decreto de libre comercio de Carlos III, muchos del Maresme se entregaron a la carrera del comercio con América, muchos se establecieron y otros muchos iniciaron unas importantes sagas de marineros y pilotos. De los beneficios comerciales pronto nació una incipiente industria algodonera ya en el siglo XIX que se mantuvo muy viva hasta los años setenta del siglo XX.

La vitalidad industrial y comercial del Maresme y su notable crecimiento demográfico permitió por un lado que se pueblan las zonas costeras y que muchos pueblos de roce a mar se segregaran de sus villas matrices de arriba o de monte como sería el caso de Montgat, Masnou, Premià de Mar, Vilassar de Mar etc y por el otro, la llegada de la Mataró con Barcelona en 1848 y más tarde unió la capital de la comarca con Arenys de Mar y Tordera-Blanes. Años después se construyeron puertos pesqueros y deportivos a lo largo de todo el levante de la comarca y desde 1969 el Maresme nuevamente fue un lugar pionero ahora era el turno de la llegada de la primera autopista con peaje de pago.

En el campo la llegada de la electricidad propició un cambio revolucionario que hizo pasó de las históricas extensiones de agricultura de secano donde imperaban desde la negrura de los tiempos la viña, los cereales, el olivo y los naranjos, con alternancia de grandes zonas yermas a un nuevo paradigma de regadío que se sirvió. Con la llegada del agua a todos los rincones de la comarca, pronto el cultivo de la patata convirtió la denominación de origen Mataró Potatoes en el principal producto de la huerta del Maresme. La organización de la exploración de la variedad del tubérculo Royal Kidney causó de rebote la articulación del campesinado y los sindicatos locales que fundaron la Federación Sindicatos Agrícolas del Litoral (FSAL) para gestionar la exportación y venta sobre todo en los mercados franceses, alemanes e ingleses. Este comercio internacional permitió al campesinado adquirir muchas ganancias y modernizó notablemente el sector. En los años 50 poco a poco la patata fue sustituida por el cultivo primero del clavel, después de la rosa y más tarde de todo tipo de flor cortada y planta de vivero hecho que convirtió los campos en grandes extensiones de invernaderos y causó la fundación del sindicato Florimar que aglutinaba los intereses de los floricultores.

Desde inicios del siglo XX se produjo el fenómeno del veraneo que fue variando de las segundas residencias de la burguesía Barcelonina en lugares como Caldes d'Estrac, Vilassar de Mar, Argentona o Canet de Mar entre otros a la llegada de los grandes complejos hoteleros y zonas de camping a Calella, Pineda.

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por Alexis Serrano . Director del Archivo Comarcal de El Maresme